Crisis climática: una amenaza inminente que no estamos atendiendo

Lograr que la sociedad tome acciones concretas para reducir el avance del cambio climático ha resultado muy complicado. A diferencia, por ejemplo, de la pandemia de la COVID 19, el cambio climático no se percibe como un riesgo personal. También hay una diferencia en la velocidad de la afectación. Al parecer los humanos evolucionamos para responder sobre todo a amenazas que nos puedan provocar daño muy rápidamente como un depredador o en este caso un virus y no así a amenazas que se vayan concretando más lentamente, como el cambio climático.

Quizás también en su momento el lenguaje científico causo confusión y sirvió de excusa. Los científicos cuando hacemos una investigación y usamos la estadística para probar que los resultados pueden ser replicables utilizamos frases como “con x grado de certeza”, A es mejor que B, por ejemplo. Aplicando este lenguaje al cambio climático sin intentarlo se contribuyó quizás a la poca motivación para la toma de acciones concretas. Al fin y al cabo, no había certeza completa. Es por esto que el Sexto Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático que se dio a conocer el 9 de agosto de este año ha cambiado su vocabulario y establece que el calentamiento global está siendo provocado inequívocamente por las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. Es muy probable que el cambio climático provoque en el largo plazo más muertes prematuras y afectaciones económicas que la COVID-19 y no estamos reaccionando en consecuencia. En el presente escrito no me referiré a las afectaciones globales esperadas, en su lugar señalaré lo que está provocando el cambio climático en esta región del mundo (a la que pertenece el Noreste de México) y lo que nos espera.

Los propios modelos del IPCC establecen que en algunas pocas décadas el número de días con temperaturas por encima de los 35°C pasará en esta región del mundo de 40 a más de 160 días además de una reducción del promedio anual de lluvia de más del 10%. Este aumento en la frecuencia de los días calientes tiene muchas consecuencias. Primero incrementa la presión hacia el recurso hídrico que ya es insuficiente. Tenemos una oferta sostenible de agua para la metrópoli de quizás 14m3/segundo y estamos extrayendo este mes más de 16m3/segundo. El mayor consumo de agua en la ciudad durante el año ocurre en los días más calientes. Por otro lado, las altas temperaturas aumentan la evaporación del agua. Actualmente por ejemplo en la Presa el Cuchillo se evapora más agua de la que la que consumimos. Las altas temperaturas incrementan así mismo el riesgo de incendios forestales. Un área de bosque afectada severamente por un incendio forestal que ha perdido su vegetación capta menos agua para las presas o para los mantos freáticos por lo que también allí hay una afectación indirecta al volumen de agua aprovechable. Las altas temperaturas tienen así mismo efectos negativos para algunas personas susceptibles que incluso pueden perder la vida por las olas de calor.

Aunque hay personas más susceptibles que otras; todas padecemos la incomodidad de un día caluroso sobre todo cuando intentamos dormir y no podemos regular la temperatura ambiente. ¿Cuántas familias tendrán pocas horas de sueño durante un tercio del año debido a que sus dormitorios están aún calientes? ¿Qué efecto tiene esto para su salud? ¿Cómo se va a afectar la productividad de las empresas? ¿Habrá un incremento significativo en el número de accidentes laborales? El cambio climático también dificulta la lucha por una mejor calidad del aire. A más calor mayor formación de ozono, más producción de partículas provenientes del suelo desnudo, mayor frecuencia de incendios forestales y urbanos entre otras implicaciones. Podemos o no creer en la ciencia, pero si no creemos no significa que las cosas no ocurrirán o que no están ya ocurriendo.

Ilustración de Patricia Martínez para Consejo Cívico.

Ante esta realidad se requieren compromisos concretos para reducir nuestra huella de carbono en lo individual y en cualquier grupo o negocio al que pertenezcamos. Debemos de ser ciudadanos globales, y así el impacto de cada uno de los más de 7900 millones de personas en el planeta, cuenta. Cada tonelada menos de gases de efecto invernadero es importante.

El cambio climático debe de ser un asunto transversal que modifique nuestras conductas haciéndonos más solidarios con el planeta y con los más desfavorecidos que son los más afectados. Además de contribuir a generar menos gases de efecto invernadero es urgente que construyamos cuando menos aquí en Nuevo León una sociedad más resiliente a los embates del cambio climático que ya estamos experimentando y que ya sabemos cómo será.

Para la adaptación al cambio climático debemos de evolucionar a la aplicación de técnicas que nos permitan lograr un manejo sostenible del agua en todos los sectores y en totalidad del ciclo hidrológico; buscando lograr la máxima eficiencia posible y aprovechando el agua local. La adaptación es complementaria a los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en las ciudades, y se relacionan entre otros temas, con la transición energética, la movilidad urbana, la economía circular, el uso sostenible de los ecosistemas y soluciones basadas en la naturaleza. Implementar acciones para reducir las afectaciones de los desastres hidrometeorológicos es también muy importante.

En lo personal podemos contribuir a reducir nuestra huella de carbono siendo más conscientes de la cantidad de distancia que viajamos en automóvil, autobús, tren o avión, del uso de energía en nuestros hogares, de nuestro consumo en general y de la composición de nuestra dieta.

Imagen de Pixabay.