Poco a poco, vamos ganando derechos

En 1996, en Monterrey había menos de 10 personas visiblemente gay, lesbianas, bisexuales o trans. Y en la marcha realizada en 2019, salimos a las calles más de 30 mil personas. Algo ha cambiado.

“Es la moda”, dirían unos, “es el progreso” afirmarán otros, “son los derechos humanos” aseverarán los menos. Esto no es fruto de la casualidad, sino del trabajo constante y consistente de un grupo de personas que nos pensamos y nos llamamos activistas y que tenemos como objetivo cambiar –un poquito- la sociedad, para que más gente pueda vivir más feliz.

Ilustración por Adrián Oviedo para Consejo Cívico

Al inicio teníamos dos objetivos en mente: empoderar a las poblaciones LGBT (lesbianas, gay, bisexual y trans) para transitar de la vergüenza al ORGULLO; y como segundo objetivo, educar a la población en general para la aceptación de la diversidad. Luego, ya vinieron las demandas más específicas. La aprobación del matrimonio igualitario en la Ciudad de México en 2010 nos indicó que ese era el camino.

¡Cuántas actividades y gestiones realizamos en Nuevo León para lograr esta meta! Matrimonios simbólicos durante varios años en 14 de febrero, día del amor y la amistad; iniciativas de ley presentadas al Congreso; amparos individuales y colectivos con una visión de litigio estratégico y, finalmente, una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2019, que le indicaba al Congreso que su definición de matrimonio era inconstitucional. Por cierto, al día de hoy el Congreso de Nuevo León aún no hace su parte para modificar el Código Civil, de manera que diga claramente “el matrimonio es entre dos personas”.

Al mismo tiempo iba surgiendo, especialmente en la población lésbica, la necesidad del reconocimiento legal de los niños con dos mamás y la necesidad de que las actas de nacimiento reflejaran la realidad de las familias lesbomaternales. En estas situaciones, la incidencia fue principalmente con el Registro Civil.

«Requerimos voltear a ver la realidad que viven las personas trans, tanto infantes, como adolescentes y adultos. Este grupo frecuentemente es expulsado de las instituciones educativas o laborales porque no entienden, ni atienden sus necesidades.»

Y mientras todo esto sucedía, algunos jóvenes gays, mantenían prácticas sexuales sin la suficiente información, y se infectaban de VIH, por lo que muchas organizaciones se abocaron a trabajar a partir de los noventas y durante muchos años, a desarrollar trabajo de prevención con actividades como repartición de condones, talleres, conferencias en escuelas y empresas y de atención con pruebas de VIH, así como acompañamiento en el tratamiento en el caso de las personas positivas. ¿Qué dependencia gubernamental iba a ir por las madrugadas a entregar condones a las áreas de trabajo sexual o lugares de encuentro de la población gay?

¡Sí! hemos avanzado mucho, no obstante, aún falta camino para hablar de una verdadera inclusión social. Requerimos voltear a ver la realidad que viven las personas trans, tanto infantes, como adolescentes y adultos. Este grupo frecuentemente es expulsado de las instituciones educativas o laborales porque no entienden, ni atienden sus necesidades. Tenemos una deuda histórica con esa población. Tampoco podemos permitir los retrocesos, por ejemplo, en el suministro de medicamentos para las personas que viven con VIH, y mucho menos avalar los discursos de odio que van en contra del artículo primero de la Constitución Mexicana, que prohíbe la discriminación.

Gracias al trabajo continuo, sin interrupciones, de los y las activistas a favor de la diversidad, hemos ido poco a poco ganado derechos.