Mantener el aire limpio es una tarea importante y conveniente para todos. Sin excepción, los estudios demuestran que los costos para reducir la contaminación son mucho menores en comparación a los ahorros que se consiguen; sobre todo por la reducción de gastos en salud. En Estados Unidos se demostró que, por cada dólar invertido, proveniente tanto de fuentes públicas o privadas para reducir la contaminación atmosférica retornaron 30 dólares en ahorro para la población https://www.epa.gov/sites/production/files/2015-07/documents/mainbody51203.pdf.
Entonces, si este hecho es tan obvio ¿Por qué es tan complicado reducir la contaminación atmosférica? La respuesta quizás es que los costos de la contaminación son intangibles. Estos se diluyen entre muchas personas sin saber exactamente que personas en específico fallecen de manera prematura o se enferman a causa de la contaminación atmosférica. Mientras que las inversiones para reducir las emisiones son tangibles, salen de bolsillos específicos. Por ejemplo, los contaminantes que produce mi auto con mal mantenimiento no se quienes los van a inhalar, mientas que el costo del mantenimiento de sus sistemas anticontaminantes proviene directamente de mi bolsa.
Lo mismo puede aplicarse por ejemplo para la refinería de Cadereyta. El incremento actual que esta ocurriendo en la productividad de la refinería está aumentando la contaminación atmosférica en el área metropolitana de Monterrey provocando un incremento en los costos en salud. Estos costos son diluidos en los más de 5 millones de habitantes y aunque todos estamos pagando, no sabemos cuánto está pagando cada uno de nosotros ni tampoco quien está pagando más. El monto de la inversión para evitar esta contaminación tiene que provenir directamente de un solo actor que es PEMEX. Lo mismo puede aplicarse para cualquier inversión que reduzca las emisiones contaminantes a la atmósfera. El aire es un recurso natural común y por lo tanto de interés público y debe de ser bien administrado por la autoridad.
Actualmente estamos en la fase de la tragedia de los comunes, que básicamente describe cómo los bienes públicos, si no existe una buena regulación, regularmente son abusados por la población en diferentes grados hasta que finalmente todos son afectados; incluso quienes son responsables de las máximas afectaciones.
La contaminación proviene de actividades que son indispensables, como el transporte de personas y de bienes, la producción de bienes, la producción de energía y en nuestro caso también de la producción de combustibles. De manera muy simple podemos decir que para reducir las emisiones contaminantes debemos de cambiar la forma como hemos estado realizando esas actividades. Para eso se requiere una mezcla muy bien balanceada de incentivos regulatorios y económicos y mejores normativas. Se requiere contar con una mayor cobertura de transporte público, con una ciudad más compacta que es más eficiente energéticamente, con una mayor participación de energías renovables en la matriz energética o con sistemas que den mayor rendimiento por cada litro o kilogramo de combustible utilizado. También se puede reducir en gran medida la contaminación atmosférica utilizando mejores combustibles. Finalmente tenemos la opción de utilizar procesos más eficientes y por lo tanto que contaminen menos, así como invertir en sistemas que retengan la contaminación en la fuente.
«¿Por qué es tan complicado reducir la contaminación atmosférica? La respuesta quizás es que los costos de la contaminación son intangibles, mientras que las inversiones para reducir las emisiones son tangibles, salen de bolsillos específicos.»
Reducir en forma constante la contaminación atmosférica exige entonces un cambio completo en la forma como estamos funcionando como metrópoli. No hay cortes de esquinas, salvo que cierren o que se detengan las fuentes de emisión. Se debe partir de la base que la economía no debe de afectarse sino por el contrario mejorarse. Debe de trazarse un plan por el aire limpio que tenga metas y objetivos alcanzables, con las estrategias más factibles y un estricto seguimiento.
En México, debido a la forma como se ha estructurado la gobernanza del aire hay una exigencia de coordinación entre todos los reguladores involucrados. A los estados les toca tomar el liderazgo de esa coordinación y demostrar y exigir que no se utilice más el dinero de los contribuyentes para financiar la contaminación. También le corresponde al estado (ejecutivo y legislativo) desarrollar e implementar las estrategias que se requieren para transitar hacia una metrópoli menos contaminada. Para que esto sea posible es necesario contar con otro nivel de gobernanza que tenga tanto la capacidad operativa, la fuerza y la legitimidad suficientes para poder lograr las transformaciones requeridas.